La hora, quién sabe. La tv aún está prendida, al menos. ¿Hora 25? Tal vez. Quizás es sólo un reclame. Es una noche más vacía que llena. Leía un mamotreto lúgubre cubierto de ataúdes y reflexiones de muerte. Lejos no la mejor opción, sin embargo la única que atrapó mi atención desenfocada. Me puse los audífonos para no escuchar la conversación de mis hermanos. Mi hermano intentaba explicarle anatomía a mi hermana. De verdad ha aprendido algo esta semana ¿Demasiado para su propio bien? En volá… Antes sonaba una canción de Pulp súper sexy. Le daba un tono aterrador al sujeto de los ataúdes. Pero mientras abrí el Word y escribí eso, la canción cambió a Disco 2000. Tenías razón. Es lejos lo más triste que he escuchado. Claro, todos nos hemos sentido así alguna vez. O hemos hecho sentir así, lo que es peor. En fin, volvió a cambiar el tema. Los lalala siempre son agradables. Más universales, supongo. Cualquiera puede decirlos, no hay que ser especialmente brillante. No estoy pensando nada en específico en este momento. Sólo mato tiempo. Me como minutos. Algo así como para sentirme ocupada. Mentira, por supuesto. Quizás debería ponerme a escribir mensajes amenazantes. Cosas terribles, sin sentido, de una vida posmodernamente aburrida. Pero nah. ¿Para qué? Armando Uribe Arce ya lo hizo. Solito y sin copiarle a nadie. Mentira también. Nada es original en este mundo. “…Todos tenemos padre lo que nos hace miembros de la raza de los hombres y todos moriremos lo que nos hace miembros cofrades de la serie (sin epitafio) de las lápidas…” Que fuerte. Estoy choqueada. Y claro, mientras, el Different class sigue sonando. Curioso: “…If I close my eyes I can visualise everything in it right down…” Que fuerte. Estoy choqueada. Esta canción me supera. Es demasiado. Voy a aprender a deletrear en inglés. Suena pro. Hasta ahora, las canciones sólo me habían enseñado a decir “Be a C-Y-N-I-C (Or you’re not going anywhere)”. Sabio. Con una i entre paréntesis, debo añadir. O sea, brillante. Una duda filosófica: ¿qué son las erratas? El libro de los ataúdes se dio vuelta y apareció esa especie de tomo dos que contiene en la parte trasera escrito al revés. Sí, es un libro místico. Lo más shúper loco de todo es cuando ambos se encuentran en el medio. Las erratas y los ataúdes. Una nota escrita a mano en el original los separa. Este tipo era un genio, aunque hable sólo pavadas de vidas y muertes. Voy a dejar de escribir cuando termine la hoja. Ya lo decidí. Quizás suba esto a Facebook. Sí, muy probablemente lo haga. Ok, la canción que suena ahora me da miedo. Metafóricamente. ¿Estaré pisando el Ketchup? Nah, esa es una categoría extremista. Una que sólo aplicaría a tres personas que conozco. Bien, tres y dos séptimos redondeado. La última duró un fin de semana, o menos. No pensaba siquiera ver cuánto faltaba para el fin, pero no me resistí. Es poquito lo que queda. Y sólo una última canción. Bar Italia. Que inmensa casualidad. Así es exactamente cómo me siento en este preciso momento. Insisto, estoy choqueada. Mañana la escucharé y no será lo mismo. Por eso la puse de nuevo. Entre medio encontré el final perfecto para esto. De esos que me gustan, porque suenan reales, no inventados. Pero me faltan líneas que rellenar. No demasiadas, quizás con tres o cuatro basten. Lo suficiente para pensar en la sábana que acabo de tejer. Tal vez la lea de nuevo. Antes de subirla, exibicionistamente. En fin. Lindo disco. Valió la pena ponerle atención. Fue una buena idea. Igual que el libro. Aunque fuera oscuro y lúgubre. Terminemos con esto. “If you can make an order could you get me one. Two sugars would be great 'cos I'm fading fast and it's nearly dawn.” FIN.