Dicen que el primer paso de la rehabilitación es aceptar que tienes un problema. Yo creo que mi problema es bastante común, (aunque nadie se de cuenta), ya que parte de un hecho tan simple, sencillo y cotidiano que en general nadie ve como nocivo ni preocupante. Me refiero al hecho de tener más de una moneda en el bolsillo.
Resulta extraño, pero justo en el momento mismo en que me doy cuenta del fatal accidente, (porque no es más que por eso que las monedas lleguen ahí), inmediatamente se activa en mí, una especie de reflejo que desencadena una serie de otras reacciones cósmicas.
Lo que sea que secrete el síntoma de la ansiedad se activa y comienza a expandirse por todo mi cuerpo.
Tal vez no me pongo pálida, ni sudo frío, ni me dan tics o cosas por el estilo, pero la presión se siente, y al final, la única forma de contrarrestar ese estrés es liberarse corriendo al quiosco o tienda más cercano.
Solo por justificarme debo decir que en estricto rigor (frase de la semana) no estoy hecha para acarrear dinero. Y creo que básicamente se debe a esa otra frase cursi que la gente repite constantemente: jamás le he trabajado un peso a nadie.
Con esto no quiero decir que jamás haya tenido alguna necesidad, o que sea una niñita consentida a la que sus padres le dan todo (aunque si lo tomamos literalmente, quizás sí lo sea), pero la cuestión es que no me he visto obligada, (con “o” de “o sea, entre la espada y la pared”), a hacerlo.
¿Podría considerarlo una suerte de la naturaleza y mantenerme feliz? Pienso que sí. Pero eso no me ayuda a sanar mi enfermedad.
Quién sabe, tal vez si me amarro las manos y e muerdo la lengua cada vez que esté frente al mostrador, las cosas se solucionen. O quizás si evito los “accidentes” me ahorre también un par de atados.
Sin embargo vuelvo a replanteármelo, (una y otra vez), y sin importar la decisión que tome y las aristas que considere, siempre llegó a la misma conclusión: ¿QUE IMPORTA?
Si el dinero jamás ha sido un fin, sino sólo un medio macabro que los seres humanos han inventado para tener algo más con lo que calentarse la cabeza ¿Por qué yo tendría que doblegarme a este problema?
Siempre quedarán más cosas más filosóficas por las que preocuparse, no falta más que salir a la calle y ver como la discriminación mediática tiene a todos los cerdos con cuadros de depresión crónica, y la crisis tiene a las familias llenas de cuatica desesperación por la falta de Coca-cola en el almuerzo, así que… ¡Filo con todo!
Señores, señoras y disidentes sexuales: dicen que el primer paso de la rehabilitación es aceptar que tienes un problema… yo no lo acepto.
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zapping agujón. edición 12
Resulta extraño, pero justo en el momento mismo en que me doy cuenta del fatal accidente, (porque no es más que por eso que las monedas lleguen ahí), inmediatamente se activa en mí, una especie de reflejo que desencadena una serie de otras reacciones cósmicas.
Lo que sea que secrete el síntoma de la ansiedad se activa y comienza a expandirse por todo mi cuerpo.
Tal vez no me pongo pálida, ni sudo frío, ni me dan tics o cosas por el estilo, pero la presión se siente, y al final, la única forma de contrarrestar ese estrés es liberarse corriendo al quiosco o tienda más cercano.
Solo por justificarme debo decir que en estricto rigor (frase de la semana) no estoy hecha para acarrear dinero. Y creo que básicamente se debe a esa otra frase cursi que la gente repite constantemente: jamás le he trabajado un peso a nadie.
Con esto no quiero decir que jamás haya tenido alguna necesidad, o que sea una niñita consentida a la que sus padres le dan todo (aunque si lo tomamos literalmente, quizás sí lo sea), pero la cuestión es que no me he visto obligada, (con “o” de “o sea, entre la espada y la pared”), a hacerlo.
¿Podría considerarlo una suerte de la naturaleza y mantenerme feliz? Pienso que sí. Pero eso no me ayuda a sanar mi enfermedad.
Quién sabe, tal vez si me amarro las manos y e muerdo la lengua cada vez que esté frente al mostrador, las cosas se solucionen. O quizás si evito los “accidentes” me ahorre también un par de atados.
Sin embargo vuelvo a replanteármelo, (una y otra vez), y sin importar la decisión que tome y las aristas que considere, siempre llegó a la misma conclusión: ¿QUE IMPORTA?
Si el dinero jamás ha sido un fin, sino sólo un medio macabro que los seres humanos han inventado para tener algo más con lo que calentarse la cabeza ¿Por qué yo tendría que doblegarme a este problema?
Siempre quedarán más cosas más filosóficas por las que preocuparse, no falta más que salir a la calle y ver como la discriminación mediática tiene a todos los cerdos con cuadros de depresión crónica, y la crisis tiene a las familias llenas de cuatica desesperación por la falta de Coca-cola en el almuerzo, así que… ¡Filo con todo!
Señores, señoras y disidentes sexuales: dicen que el primer paso de la rehabilitación es aceptar que tienes un problema… yo no lo acepto.
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zapping agujón. edición 12

